La ICF define el coaching como la colaboración con los clientes en un proceso creativo y estimulante que les sirva de inspiración para maximizar su potencial personal y profesional.
Cuando en las tiendas aparece un problema de actitud lo fácil es acudir a la socorrida explicación de la “desmotivación” como el origen de ese problema. He aprendido durante estos últimos años que debemos esforzarnos en alinear la motivación de las personas con el objetivo de nuestro proyecto. En ese momento, ayudados de la presencia fundamental de la confianza, conseguiremos mantener encendido el fuego de la motivación.
Algunas buenas prácticas que me han dado frutos para conseguirlo son las siguientes:
• Definir claramente los objetivos a alcanzar y compartirlos con los implicados en el proyecto.
• Marcar unos principios y prioridades y ser fiel a los mismos.
• Medir y evaluar los progresos alcanzados en la consecución de la misión.
• Implicar a las personas. Hacer que se sientan partícipes del proyecto.
• Promover y premiar la proactividad.
• Plantear retos alcanzables.
• Generar ilusión.
Es necesario conocer los intereses y factores que afectan a los niveles de actitud de cada persona para poder aprovechar al máximo las aportaciones de cada uno. El salario y las condiciones laborales son factores importantes pero deben tenerse en cuenta otras consideraciones como el reconocimiento, las posibilidades de desarrollo o la capacidad de decidir.
En el trasfondo de todo este proceso está la creación de un proyecto compartido y apoyado sobre unos principios sólidos y aceptados por los partícipes de forma que puedan aportar su entusiasmo e ilusión para conseguir los objetivos que la organización se haya marcado.